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Cuando tenemos invitados en casa, nos gusta elaborar deliciosos menús para que todos nuestros familiares y amigos se queden sin habla. Pero a menudo nos vemos obligados a enfrentarnos a intolerancias y alergias.
Hoy os contamos una vivencia sobre cómo ser un buen anfitrión delante de una mesa llena de alergias.
No es fácil elaborar un menú cuando tienes más de una intolerancia sobre la mesa, y eso es lo que me pasó. He de reconocer que me encanta llenar la casa de amigos y hacer de una reunión informal, una deliciosa cena. Hace ya tiempo que dejamos atrás las cenas donde los menús se decidían por mayoría y actualmente vivimos un episodio donde las alergias son las protagonistas. En una ocasión, uno de nuestros invitados era alérgico a dieciocho alimentos entre los cuales encontramos lactosa, pimienta o fructosa, por lo cual no podía comer algunas verduras y frutas, pescados blancos, carne, cebolla, ajo, perejil, etc.
Hasta el momento la solución ante este problema era llevarse su tupper para evitar contaminaciones, pero el primer día que vino a nuestra casa quise cambiar aquella situación: merecía sentirse como uno más. Sin comidas especiales ni diferenciaciones. La primera idea fue elaborar dos menús; el primero acorde con lo que le gustaba a la mayoría y el segundo uno especial para nuestro invitado. Pero algo me hizo cambiar en el último momento, finalmente decidí preparar un menú que pudiera consumir él y seríamos los demás los que nos adaptaríamos. A primera vista parecía fácil, pero el menú era muy limitado, y como anfitriona tenía miedo de que no fuera elaborado ni sabroso. Tras mucho reflexionar, di en el clavo.
Uno de mis mayores temores era comprar cualquier producto envasado y que contuviera trazas de algún alimento que no pudiese ingerir, por lo que decidí ir al mercado, optar por productos frescos sin lactosa y sin fructosa. Otra de las cosas que pensé fue en comprar una sartén nueva para cocinar sólo su comida, ya que las que utilizabámos en casa podían estar contaminadas de aceite de oliva, al cual era alérgico.
Compramos el único pescado que podía comer, el salmón, aceite de coco, con el que jamás había cocinado antes, tres tipos de pan diferentes, preparé un acompañamiento que en realidad no sabía si pegaba con el plato principal y elaboré un postre que temía que no hubiera quedado como esperaba. ¡En esa cena todo era nuevo para mi! Un menú completamente sin lactosa, sin gluten y sin fructosa. Afortunadamente, al final nadie se quejó, todo el mundo disfrutó con la comida y una persona que hasta el momento se había sentido diferente en la mesa se sintió como si estuviera en su propia casa. ¡Y así debería ser siempre!
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Post realizado por Mireia Denuc
Apasionada de la gastronomía y la comunicación, me encanta cocinar para comunicar y hacer que mis invitados se sientan como en casa. Eso sí, como buena foodie, antes de poner la mesa hay que hacer una buena fotografía y guardarla en el baúl de los recuerdos.
Me gusta comer de todo y reconozco que me encanta el deporte y cuidarme.
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